viernes, 13 de mayo de 2011
Luigi Amara: cazador de infamias
Fernando de León
Luigi Amara, Los disidentes del universo, Gobierno del Estado de México, México, 2011, 160 p.
Los disidentes del universo, de Luigi Amara, es un libro de ensayos cuyos temas son apasionantes, aunque en su conjunto propongan una visión excéntrica de la pasión. El título y su epílogo lo plantean claramente: los personajes que protagonizan estos perfiles son, por sus historias, características y manías, seres infames en el sentido doble que adopta el término, de descrédito y de injusto anonimato al que conduce, entre otras causas, el propio descrédito. Personajes que están notoriamente fuera de lo que, en general, llamaríamos nuestro universo, nuestra cotidianidad, nuestro sentido común. Sin embargo, esta marginalidad en la que habitan, lejos de incitar la misericordia de los que aún estamos dentro de nuestra fantasmal normalidad, los vuelve al instante seres perturbadoramente admirables, porque han vivido de una forma singular e irrepetible. Los personajes que han atrapado la atención de Luigi Amara son John Connish y su adicción por hacer cola, o fila, como mejor se entienda; Johannes Richter, prácticamente un inquisidor que investiga la autenticidad y censura sin piedad las últimas palabras antes de morir de las celebridades; Thomas Lloyd, excéntrico comedor de papel; Julia Pastrana, una mujer cubierta totalmente de cabello, exhibida en circos por su propio esposo; ajedrecistas que se ensimisman durante horas para hacer una movida en una partida de ajedrez, Roy Robert Smith, hombre que ha permanecido prácticamente inerte toda su vida; Isidoro García Saldaña, taxidermista de animales fantásticos. Cada ensayo cumple con creces las expectativas que desde el planteamiento del tema general, cada ensayo conlleva una reflexión profunda y es ejecutado con una dosis de humor negro porque en ellos abundan las anécdotas que sorprenden y divierten.
En este punto, yo quisiera aconsejar al futuro lector de este libro: desconfiar de la veracidad de los datos presentados por el ensayista es algo extremadamente agotador e innecesario, crean en él, pacten con él y comprobarán que lo que plantea son problemas genuinos, y que si en alguno que otro punto no lo han sido para la historia, ahora lo son para la mente del lector que los registra.
Todo ensayo tiene, de una manera inicial, un espíritu de monólogo, de soliloquio, porque algo nos quiere contar o plantear el autor sobre sí mismo, pero leer a Luigi Amara, más que escucharlo, es conversar con él, incluso dialogar con su tema. Tiene no sólo la habilidad de poner a pensar al lector sino de despertar su voz para llevarlo al amistoso mundo de la discusión. Tiene, además, atributos que lo dotan increíblemente para el ensayo: por una parte, su formación como filósofo le exige claridad de ideas y su calidad de poeta lo lleva a buscar en todo momento la palabra exacta y la frase que dispare la imaginación del lector. Por si eso fuera poco, estamos ante un autor que valora y ejerce el poder de la ficción.
La idea de que Amara es un ensayista que ha pensado mucho en el fondo y la forma de este libro es patente desde el orden propuesto para los ensayos: así, un lector afecto a la continuidad, como yo (los hay respetablemente dispersos), que se adentra en cada perfil, descubrirá que el excéntrico ensayo sobre hacer cola es su punto de partida y el taxidermista, amante de lo inamovible, del ensayo final, es su punto de llegada. Es decir, que incluso de forma estructural, Amara ensaya un proceso que va de la lentitud a la inmovilidad absoluta, de la aparente superficialidad de hacer cola, aspirando al lento avance por turno, a los ensayos finales que son la metafísica de un Kaspar Hauser voluntario y a una exaltación de la filosofía del Bartleby de Melville: “preferiría no hacerlo” y al ensayo sobre la taxidermia fantástica que es de entrada la inmovilidad biológica absoluta. La movilidad e inmovilidad son una sola obsesión, sugerida en el Amara poeta de El cazador de grietas y declarada notablemente ya en el Amara ensayista de El peatón inmóvil.
El camino de la lentitud a la inmovilidad es sinuoso y a veces laberíntico en los textos de Amara. Por ejemplo, en el ensayo sobre los ajedrecistas absortos que encontramos a medio libro, el autor se pregunta qué pensarán los brillantes ajedrecistas entre demoradas movidas, si será un maravilloso despliegue de raciocinio casi delirante. Al siguiente párrafo, Amara plantea otra duda igualmente interesante que descalifica a la primera, la cual yo la enunciaría así: quizás esa demora sea sólo la estrategia de una mente amañada pero no brillante. Acto seguido, Amara propone una tercer vertiente que conduce a una suerte de misticismo del ajedrez. El ensayista, en tres párrafos, nos presenta tres caminos, nos convence en cada ocasión de que cada camino nos lleva a una respuesta satisfactoria. Quizá los planteamientos de Amara tengan la cualidad de la retórica pero, por la sinceridad de su búsqueda, sospechamos que toda pregunta retórica tiene la esperanza de dejar de serlo, de tener una respuesta no evidente. De golpe comprendemos que la respuesta es sí. Sí a todo: la abstracción de los ajedrecistas a veces es un delirio maravilloso, a veces también es una trampa psicológica y, a veces, las menos pero sucede, es un arrobo místico: como lector de este ensayo me descubro absorto ante el texto como ante un tablero de ajedrez. El camino de la lentitud a la inmovilidad es el camino de la abstracción.
Los ensayos contenidos en Los disidentes del universo son puertas a personajes y situaciones extraordinarias que se conectan de manera secreta pero directa con el resto del universo: son el margen que recuerda haber sido centro, porque algo hay en nosotros de raro y de alucinante, algo que subterráneamente lucha por aflorar en cada uno de nosotros como fuego fatuo, y que siempre hemos sometido y ocultado, algo que nos lleva a leer con avidez este libro y a soltar, de vez en cuando, una risita nerviosa de asombrosa complicidad.
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