martes, 1 de marzo de 2011
Rulfo y Arreola desde las orillas
José Sánchez Carbó
Felipe Vázquez, Rulfo y Arreola. Desde los márgenes del texto, Universidad Autónoma de la Ciudad de México, México, 2010, 293 p.
En 2001 la editorial Siglo XXI tuvo a bien publicar Umbrales, de Gerard Genette. El objeto de estudio de este peculiar libro no es el texto sino el conjunto de mensajes con los que viene acompañado, es decir, en los umbrales o márgenes. Umbrales si estos mensajes son entendidos como el espacio donde se debate su pertenencia o no al texto; o márgenes, en el sentido de que también configuran los límites del mismo texto. Sea una u otra la perspectiva, complejizar o definir los límites del texto, Genette decidió nombrarlos técnicamente como paratextos.
Sean autorales, editoriales, públicos o privados, los paratextos anticipan, condicionan, refuerzan, determinan o regulan las intenciones estructurales o temáticas del autor, las estrategias de promoción editorial y las formas de lectura. Median la relación entre el escritor, el lector y la crítica desde un umbral para nada insignificante. Muchas veces son la única evidencia sobre la posible existencia de un texto, por lo que es factible suponer que hay paratextos sin texto pero no a la inversa. De acuerdo con Genette, el “texto raramente se presenta desnudo, sin el esfuerzo y el acompañamiento de un cierto número de producciones (…) que no sabemos si debemos considerarlas o no como pertenecientes al texto, pero que en todo caso lo rodean y lo prolongan precisamente por presentarlo, en el sentido habitual de la palabra, pero también en su sentido más fuerte: por darle presencia, por asegurar su existencia en el mundo, su recepción y su consumación, bajo la forma (al menos en nuestro tiempo) de un libro”.
Compuesto por una heterogénea gama de manifestaciones textuales, icónicas, materiales y factuales, el paratexto es clasificado según la distancia que guarda respecto al texto. El peritexto permanece alrededor del texto, en el mismo espacio del libro, e incluye partes como la información editorial textual (formato, colección, portadilla, tiraje) o icónica (portada, foto del autor, ilustraciones), información sobre el autor (nombre, título, dedicatorias, epígrafes, prefacios, intertítulos, seccionamientos) o comentarios de un tercero real o ficticio (introducciones, notas, epílogos). La segunda categoría, definida por Genette como epitexto, son textos ubicados en el exterior del libro que pueden ser públicos (boletines de prensa de la editorial, carteles, reseñas, entrevistas, conversaciones, coloquios debates) y privados (confidenciales e íntimos).
La contraportada de Umbrales presenta el volumen como una introducción pero también como una invitación para analizar los mensajes que rodean al libro. Atendiendo dicha invitación, Felipe Vázquez, en Rulfo y Arreola. Desde los márgenes del texto, reúne cuatro lúcidos ensayos sobre las orillas textuales de dos emblemáticos escritores mexicanos tan coincidentes y divergentes como pocos. Otro concepto en el que se apoya es la denominada lectiofanía, entendida como “el ejercicio de la crítica como vía revelatoria”.
Felipe Vázquez tiene una reconocida trayectoria como poeta y ensayista; por su trabajo en los dos ámbitos literarios ha merecido media decena de premios nacionales. Entre su producción ensayística, vale destacar Juan José Arreola. La tragedia de lo imposible (2003), Premio Nacional de Ensayo Literario José Revueltas 2002 y del cual he extraído su idea de lectiofanía.
Los cuatro ensayos integrados en Rulfo y Arreola. Desde los márgenes del texto son revisiones críticas de la crítica realizada a los textos de Rulfo y, principalmente, de Arreola. En palabras del autor “no estudian el trabajo literario (…) sino lo que está en sus orillas”. Esta mirada resalta, sin duda, la singularidad de la propuesta. Si bien hay estudios similares sobre la función e importancia de los paratextos en diferentes obras, todavía no dejan de ser escasos y, hasta donde sé, nulos en los casos de Rulfo y Arreola.
Felipe Vázquez recorre los márgenes de la obra de dos figuras de la literatura mexicana: una de ellas ha sido bastante bien cobijada por la crítica, mientras que la otra ha sido atendida por muy pocos críticos. En el caso de Arreola, podemos citar las investigaciones de Carmen de Mora, Claudia Gómez Haro, Seymur Menton, Martha Elena Munguía Zatarain, Sara Poot Herrera y, por supuesto, Felipe Vázquez, entre otros.
La selección de los escritores es plenamente justificada, no sólo por sus paralelismos biográficos y las diferencias estilísticas, sino porque a través del contexto, los peritextos y los epitextos, Felipe Vázquez descubre detalles que alumbran o revelan aspectos insospechados sobre la emblemática obra de los dos. Arreola y Rulfo nacieron con un año de diferencia en la misma zona de Jalisco, escribieron cuantitativamente poco y su prosa se caracteriza por la brevedad y la intensidad poética. En el sentido opuesto, el carácter extrovertido de Arreola contrasta con la personalidad introvertida de Rulfo. Respectivamente, han sido considerados representantes del cosmopolitismo y el regionalismo, el absurdo y la tragedia, o el humor y el pesimismo. Más allá de lo anecdótico, sobresale el hecho de que tanto Arreola como Rulfo coincidieron como becarios del Centro Mexicano de Escritores, en el periodo de 1953 a 1954, durante el cual cada quien escribió novelas como La feria y Pedro Páramo. Para Vázquez, el hecho cobra relevancia porque permitió el diálogo constante sobre las posibilidades estructurales de sus respectivas obras.
El primer ensayo del libro está dedicado a definir, tal vez defender o convencer, la especificidad de un género literario como la “varia invención”. Para Felipe Vázquez, el título del primer libro de Arreola, Varia invención (1949), supone la génesis de un nuevo género “cuya cualidad consiste en la fusión de varios géneros” de la tradición literaria y extraliteraria y las vanguardias. A la “varia invención” la determina la hibridación de géneros, la hipertextualidad, la intertextualidad, la brevedad y el humor. De los cuatro ensayos éste es el más cuestionable. Primero, porque el tema de los géneros ha sido históricamente un tema de debate del que difícilmente se sale bien librado, cualquiera que sea la postura. Segundo, porque da la impresión de que a veces el entusiasmo rebasa a la rigurosidad intelectual característica de Felipe Vázquez. Lo creo así porque extraño la revisión de las propuestas teóricas en torno a la minificción, cuyos rasgos genéricos poco difieren con los que le adjudica a la “varia invención”. Hubiera sido interesante y enriquecedor retomar las aportaciones realizadas por Dolores M. Koch, Lauro Zavala, Guillermo Siles o David Lagmanovich. Dicho contraste le hubiera evitado, como previene él mismo, “pelear contra molinos de viento”.
En cambio, el resto de los ensayos sobresalen por la fluidez, el sabio manejo de la información, la diversidad de fuentes consultadas, la honestidad intelectual, la misma especulación, la polémica, la claridad y la tensión. En “Francisco A. Flores, Juan José Arreola y El himen de México”, descubre la existencia de un texto que Arreola había reseñado de forma satírica en Palindroma (1971) y que durante mucho tiempo había sido considerado por la crítica como una referencia inventada a la manera de Borges. Francisco A. Flores (1855-1931), pese a que nunca se recibió de médico (debía la materia de Raíces Griegas), escribió una “errática” Historia de la medicina en México en tres volúmenes (1886-1888) y el citado El himen de México (1885), un tratado seudocientífico sobre la virginidad, “redactado en una prosa sentenciosa, conservadora, retórica en el peor sentido y con fundamentos históricos, médicos, jurídicos y matemáticos que hoy parecen demasiado arcaicos”. Esto lo aprovechó años más tarde Arreola para rescatarlo del olvido a través del humor y Felipe Vázquez para escribir este notable ensayo.
En “Rulfo y los avatares de la edición crítica”, Felipe Vázquez analiza con minuciosidad las distintas ediciones de la obra de Rulfo, las cuales considera que se distinguen por las abundantes erratas. Por esta razón, demanda la edición definitiva que establezca la obra completa del escritor, “acompañada por estudios críticos que van desde la ecdótica y la crítica genética hasta la hermenéutica y la teoría de la recepción, pasando por la biografía, la literatura comparada e incluso por la arqueología de los manuscritos”. De lo contrario, advierte, se corre el riesgo de hacer “una lectura errónea y, por ende, una crítica falsa”.
Finalmente, en “Rulfo y Arreola: de la fraternidad a la discordia”, publicado también en el número 126 de Crítica, Felipe Vázquez reabre, por un lado, la polémica, creada por la crítica, sobre las declaraciones de Arreola en el sentido de que le habría sugerido a Rulfo estructurar fragmentariamente Pedro Páramo y, por el otro, analiza las coincidencias estructurales que guarda con respecto a La feria, ambas novelas escritas durante su estancia como becarios del Centro Mexicano de Escritores.
En cada uno de los cuatro ensayos que conforman Rulfo y Arreola. Desde los márgenes del texto, el lector se encontrará con un crítico íntegro capaz de hacernos reflexionar sobre temas literarios medulares recorriendo y reconociendo el espacio de lo aparentemente marginal, todo desde los bordes del texto.
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