Prenda inconsútil.
No tienes forma—
el aire circular
te define con vaguedad
y pone el ejemplo.
Te proyecta
hacia los lados
del espacio
en ti contenido.
Vienes hacia mí
no a mi movimiento
sino a la transparencia
de los gestos
que dicen
quién soy yo
en mi conducta
por la alucinación
de inquietas
apreturas.
Desparramada
entre los escombros
para aumentarlos
en intensidad humana—
tu naturaleza
no se detiene
a fin de no pactar
con la definición.
Ahí donde
lo imperceptible
irrumpe
de felicidad
te atropellan—
saltan
al cielo plomizo
las palomas
que fondean
la catedral.
El vuelo
para qué quererlo
si la atmósfera
se presta
en lo absoluto
como un espacio
de tersa humedad.
La alegría
es la misma
en todos
los elementos
salvo
la geografía
empobrecida
por la destrucción
de sus límites.
Lo tuyo
es la revelación
como en la arena.
Con buenas intenciones
como dicta el coro
valiéndose de los medios
elementales.
La desigualdad
saca tu impulso
de las bolsas
de la diferencia—
hay voluntades
detrás—
severas cuanto aparentes—
pero con llagas semejantes.
En la aventura
lo que previene
no es fantasmal—
viene de ti
por voluntad
que puede gustar
a la nobleza
imperante
en tu mente.
Tu diestra
como tu siniestra
son fuerzas
de un gran
resplandor
enviado
desde arriba
a modo
de designio.
El pacto
entre la lámpara
y la luz—
su autonomía—
son reas
del tiempo
como una pesadilla
recurrente.
El tormento
se sale con la suya—
no hay soplo
que lo apague
en tanto mas hermosa
es su soledad.
*
Sabrás tu nombre.
Apresuro mi alma
para encontrar
la virtud
que te guarda—
y voy sin perder
la vista
estoica arrastrando
tu imagen en sombra
como el camino
anticipado al
infierno—
ese siniestro vértigo
en llamas blancas.
Dónde estás
que no te ve
el agua cayendo
sin quererlo
sobre los telones
que imitan
mis manos
de corta extensión.
Ahí tal vez
donde la quietud
es una voluntad—
estás aposentada
fiel a tu seducción.
Así las oleadas
de la bandera
vuelan
no porque sí—
su soltura
lo manda
a gritos de héroe
que huesos
tendrá en tierra.
El cabello
que blondamente
se percata
de sus oscilaciones—
en él estás
acompasada
a imitación
de los tañidos
de la especie.
Dígase
que es femenina
la ecuación—
sus trazos
y sus signos
van de un lado
a otro porque el efecto
inane la persigue.
El movimiento
equilibrado
pertenece a
los tiempos
matados del planeta—
a las desigualdades
de la distancia
que esconde
la pregunta
al rostro
del pudor.
¡Ah! la superstición
de que los hombres
no pueden
ascender la escalera
descendente—
sino al contrario.
¡Ah! los mitos
de los viejos
porque tienen
que morirse
encerrados
en sus nombres—
sus gestos
y lenguajes
que a propósito
no dejarán
huesos
para que
los monde
la ilicitud.
Y la fe
de las legionarias
que escapan
odiadas por
los lamentables extravíos
de sus competidores.
¿Quién seca
las lágrimas?—
ellas solas
dejan su
humedad
a costa de lo imposible—
las penas
también son secantes.
Improvisadas
las texturas
De improbable de inadmisible
imitación imitación
a la piel humana
fabricada
de finito
sobre el tiempo.
Se resuelve sobre nada.
Los resultados
sin culpa
manifiestos
qué otra cosa
habrían sido
en la respiración
de las montañas.
El hombre no
quiere respirar—
en cambio se ordena
volver la mirada
a su costado.
Lo mismo
que el gusano
ondularse
en los agujeros
de sus anillos
y las antenas
que perciben
de la hoja
seca
la amenaza.
La
creación
se sumerge—
se aclara
a oscuras—
se oculta
a millones de ojos—
se despoja
de sí misma—
se arrugan
sus lisuras—
se instala donde está—
se hace microscópica—
se inmoviliza con la noche
como una inmensa
marea.
Y como cada cosa (Le Clézio)
lleva en sí
su infinito
que nos aguarda
la eternidad.
El hecho de que
esté Dios ahí—
de qué nos sirve
la voluntad
reprimida
en los abismos
de la creación.
La idea
de que
todos nos uniremos
peregrinos
en el agua propia—
será el principio
de esta ardua
jornada
a una amarga
desilusión.
La luz se abrirá
en otro sendero
pero tendrá
oscuridad
de la que
seremos
paisaje
iluminado.
¿Dónde estás
para impedirlo?—
porque querrás
salvarnos—
para eso
existes
en la energía
en potencia.
Estás en mi vida
en mi tiempo
aquí sobre ésta
superficie pedregosa
en la cual
me muevo.
Y cada día
que yo construyo
a mano
será mi conquista.
Lo hago
porque habré
de morirme
es decir
inmiscuirte
en mis actos
no importa
la oposición
de los contrarios.
Así es mi voluntad—
un banquete formidable
de dones para amar
y ser amado
es decir
que se llena
para el aparejado destino.
*
Prisionera del tiempo
eres el resultado
por efecto
del deseo—
lo más cercano
a la imagen
de la voluntad
manifiesta
en el gesto
del impulso
y cuando éste
es en sí
revelación—
imperio de un cuerpo—
nobleza que no hiere—
inquieta energía—
rito de los miembros
que nos justifican—
andanza que lleva
al extremo de una
tarea del pensamiento.
Aquí estoy diría—
soy ceniza
felizmente acertada
huella
dinámica.
Te escucho
cuando dices:
Quien tiene
la facultad
de verme—
en mí
se halla.
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