Enrico Mario Santí
Poetry is about listening.
W.S. Merwin
I. AIRE
Un clarinete en medio del verano,
un viento sin trombón
(tenía su forma),
varios oboes borrachos:
todo eso fue lo último que oí
antes de que el chubasco—
violento, aterrador, fugaz, furioso—
me obligara a guarecerme en los arbustos.
Era como el anillo que encontré en el Almendares,
sólo que húmedo,
más húmedo que el río porque era aire.
Y el aire era una tromba
que atraviesa las calles del Vedado,
sopla en el Malecón
y llega hasta las puertas de Erich Kleiber.
Quiso saber si yo sabía
algo de música.
Nada, le contesté.
Perfecto, dijo él.
Y amasando el huracán que se avecina
me ordenó dar un salto hasta Berlín.
Nunca pude regresar al Almendares.
El viento me olvidó.
Y otro tren de cornetas
dijo adiós.
II. TIERRA
¿Cómo será vivir en tierra roja?
Vivir en tierra roja y ser jinete azul.
¿Será el piano el que habla con la flauta
o el arpa lo que pasa por violín?
Las valkirias de este otoño me levantan
hasta el Valhalla de Hollywood
donde el sinsonte que traigo embalsamado
se convierte en el pájaro de fuego
y la farsa de un Ariel criollo
corre a saltos por la Ruta 66.
No hay nada que me impida
escuchar los dos arbustos
que hablan conmigo al mediodía.
El fénix en que el sol me ha convertido
sabe que algo se muere por vivir.
Por algo es este otoño en el desierto
tierra roja que pide algún gladiolo.
No sé por dónde voy.
No encuentro el mapa de mí mismo.
Mi compás no funciona en el desierto.
III. FUEGO
Para combatir el frío
hay que atravesar el fuego.
Aunque ya sé:
no hay frío, no hay fuego.
No hay combate.
¿Se trata de un invierno infernal,
o tal vez de un infierno musical?
Tampoco hay tierra roja
(se la tragó la ciudad:
dicen que los indios la obligaron),
la isla se extinguió
(tuve que abandonarla
como una amante que engorda y envejece).
Luego vino el asedio
del enano y sus secuaces:
burbuja de diamante, pan barato
que corrompe al mundo sin anuncio.
Pero soy camarada errante y con el tiempo
aprendí a decir:
Ich bin der welt abhanden gekommen.
Ahora no soy otro que ese mundo
que viene, se retira, se consume
y al regresar,
desaparece.
IV. AGUA
Voy por la ribera de tu río.
Tu río no te reconoce.
Pero te nombra.
Tu nombre es agua.
La flor que te saluda
no sabe quién tú eres.
Y no importa.
Importa que la flor no te abandone
ahora que este sol es todo tuyo.
El pájaro que canta por la tarde
sabe que vas despacio
y que el coro que presides ya perdura.
La ribera de tu río te encarece.
Los guijarros de su suelo alzan tonos
y la luna que los mira dan reflejos
que son ecos que son flores que son notas.
Vas por este río de riberas.
El oro del anillo ya no es tuyo.
Pero eres oro.
(El oro que siempre fue tu nombre.)
Y ahora que el río se te pierde
en el mar de espuma que aparece
en los caminos de tus aventuras,
el anillo vuelve al río,
un anillo que es oro y que es agua.
Voy por la ribera de tu río.
Río de piedras, reflejos de burbujas.
Voy para llegar al mar
porque el mar no se preocupa.
Su rugido es un rumor,
un rumor que desvanece
el canto de los seres que ahora arrastra.
Voy para llegar al mar
con el único compás que desconozco.
Para llegar al mar.
Para escucharte.
Bakio-Claremont,
Julio 2010
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