lunes, 9 de agosto de 2010

Vida y obra de Carlos Blue: correspondencia

Eduardo Saravia


(CARTA FECHADA EN 1984, PARA ERICK GUSTAVO)

A falta de recuerdos, te imagino en un cuarto
de paredes blancas, no muy grande,
las manos llenas de pintura, tenis negros,
el cabello corto, sucio,
y un olor a solvente que alerta a los vecinos.
Es de noche. Por la ventanilla abierta
se filtra un aire cálido, hogareño, pero tú lo ignoras.
De una caja de zapatos sacas un tubo de pintura.
La aplicas en el lienzo, piensas:
“Busco la imagen íntima del mundo.”

¿Fue más o menos así cuando pintaste aquel cuadro
que tenía un sauce con forma femenina?

Qué lejos quedaron esos años en que la pasión era el único alimento.
Los dos ascendíamos a la montaña, cada uno por su lado,
en busca de buena soledad y de silencio.
Entonces todo era posible: el arte era posible.
Lo supimos después, cuando nos vimos atrapados
en jornadas de ocho horas,
cuando no supimos desertar a tiempo,
cuando el miedo a equivocarnos nos golpeó la cara.
Lo supimos y lo sabemos.
No hemos llegado a más.

La noche de arrogancia y vino y alta palabrería
tras tu primera exposición
comienza a nublarse con el tiempo, a borrarse lentamente
lo mismo que la codicia por aquel libro de Gombrich
que no pude comprarte
y las pausadas charlas sobre Álvaro de Campos.

En tu carta me dices que tu hija te sonríe cada mañana.
No abundas en ello.
A falta de abundancia te imagino con tu hija en brazos,
saliendo de la panadería, muy temprano,
con la tristeza a cuestas.
Luego vistes de corbata, recomiendas libros que nunca leerías,
y camino a casa, ya de noche, piensas en el título de un cuadro,
de tema mitológico quizá,
y cuentas las fisuras que tiene la banqueta.


(CARTA FECHADA EN 1984, PARA OSCAR BLUE)

Espero que me invites algún día
a esos verdes lindos campos de golf
con sus simpáticos hoyuelos
y sus triunfantes banderines

lejos de la piratería y del robo
a salvo de la hambrienta y ofensiva
región más transparente

y cobijados por las altas nubes
de la infinita propiedad privada
nos podremos sentar a conversar
sobre tu tema favorito

esto claro está con vino
y en honor a nuestros padres
que salieron de su pueblo
sin zapatos.


(CARTA FECHADA EN 1986, PARA VÍCTOR REYES)

Ahora que la sombra está en reposo,
tal vez cansada, tal vez oculta en un rincón no iluminado,
ahora que hasta el aire asfixia, que es frigorífica la luz
y que la noche inverna en las pupilas
de los que caminan con las manos en las bolsas,
de regreso a casa, de regreso,

ahora que la música ha dejado de sonar,
que se ha ausentado el ritmo colectivo
y nos miramos serios los unos a los otros,
tal vez odiándonos,
porque el odio es el sentimiento que nos queda,

ahora que no tenemos más Van Gogh, ni Munch,
ni Baudelaire con sus pancartas quejumbrosas,
aunque preservamos la crisis y la exclusividad del xix,
y le sumamos la tecnolatría,
el secuestro, el cinismo,

ahora que el amor es lo importante, lo trascendente
y sin embargo irrelevante,

ahora que nos despertamos locos,
nos ponemos los pies en los zapatos
y salimos a las calles en busca de sentido,
de finalidad, de un poco de trabajo,

ahora que la soledad nos muerde la tristeza,
que la memoria es certera puñalada
(ella se encuentra en todas partes,
ella es todopoderosa),

ahora que la pasión duerme con otro
no nos queda más remedio que seguir adelante.
No importa si el último día te parece igual a todos,
será mejor que los primeros,
por eso hay que seguir, por esa luz
al fondo prometida
hay que seguir,
hay que seguir.

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