martes, 12 de mayo de 2009

Dos poemas egotistas

Glenn Gallardo

ENFOQUE

Se para uno ante el espejo y piensa:
“¿por qué no?” Es insensible de cualquier modo
el envejecimiento.
Las arrugas se escamotean a la vista
pero también porque ésta pierde fuerza.
Y sin embargo uno se dice: “Sí,
hay más de una razón para confiar.”
Quizá la edad nos vuelve interesantes…
o más irresponsables.
Pero si uno tuviera que ponerse a pensar,
a reconsiderar los pros y contras,
se volvería imposible
ya no digamos avanzar desde el umbral
que la mañana pone ante los pies,
sino fijar las cosas con cierta claridad,
como el lente que falla en su objetivo.

Tratándose, pues, de aquella imagen
que refleja el espejo,
lo mejor es hacerse de la vista gorda.
Así, cualquier fenómeno que ocurra
a la intemperie
será como una nimiedad que nos oculta
la inminente catástrofe.


LA TRAMA ORIGINAL

Tal vez hubiera sido más sencillo
haberte dicho que no era ésa mi casa,
haberte confirmado que no eran
ésos mi cuerpo ni mi voz ni mis palabras.
Aquél que pude ser en su momento
se ha vuelto un perfecto anacronismo.

Algo falló desde la concepción
del personaje, desde los íntimos resortes donde surgen
sueños, ideas, frases; algo cambió
la trama original desde el principio.

Cuando entraste por fin en el reparto
todo se vino abajo. Fue como una catástrofe
de puertas y paredes de cartón
reducidas a polvo: yo fui el despanzurrado.

Frases y fechas de ilusión
yacen grabadas en mi tumba de fieltro
bajo una luz azul de turmalina.

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