lunes, 6 de octubre de 2008

El cristal que se desdobla

Lorenzo García Vega
(Fragmento)

Cristal muerte
Huidobro


Estar solo con uno mismo, o con Dios,¿no es como estar solo con una
fiera? En cualquier momento puede atacarte.
Wittgenstein


FEBRERO, 1998

Por una parte, soy el bag boy que trata, en lo que puede, de vivir en el vacío. Por otra parte, a veces, no puedo dejar de ver toda la vida que no supe o no pude vivir (¿todavía lo lamento?).
¿Nostalgia de una vida que no fue? ¿A mí me correspondía vivir esa vida que no fue?
Desde que entré en el colegio de los jesuitas, en 1936, empecé a experimentar los pedazos de vida que quizá me hubieran podido corresponder, pero que no podría vivir.
Siento todo “lo que se quedó”. Siento que todos mis proyectos, como “asentamientos sentimentales”, fueron un fracaso.
Me quedé sin consumar nada. Y últimamente mis sueños están siendo como frescos donde se despliegan todo lo que fueron mis frustraciones.
¿Estaré en el comienzo de una frustración? Ideas sobre el suicidio.

De nuevo la muchacha que debe sentir como si llevara, entre las piernas, la hostia consagrada. Ahora, al verla, pienso en Léon Bloy. Este catolicón dijo (creo que en las cartas a su novia) que toda mujer creía tener el Paraíso Perdido.

Aquel que, en la tradición chamánica, va a ser un medicine man, se inicia siendo despedazado durante su sueño. Yo, que no voy a ser un medicine man ni nada que se le parezca, he sufrido toda mi vida (y no precisamente en los sueños) la sensación interior de ser como despedazado. La he sentido siempre, y lo que es peor, la sigo sintiendo ahora, en mi vejez. Esto me llena de desvalimiento, me hace sentir como si fuera un trapo. Y, lo que es peor, me llena de miedo al pensar que, si acaso sobreviera a la muerte, podría entonces, ya desencarnado, rodar y rodar como un despedazado.
Despedazamiento: se hacen muecas; uno, involuntariamente, llega a levantar los brazos. A veces, el temor de que alguien pueda ver a ese loco que uno lleva dentro.

Siguen los sueños con mi madre donde ella aparece negada a todo, o aparece impasible (aunque esto no obsta a que parezca querer llorar).Son sueños como de un mundo tan encerrado que la única salida sería el suicidio. ¿Son sueños de culpabilidad?

Por la mañana, antes de empezar a escribir en la computadora, pone la música de Satie. Ahora, precisamente ahora, no siente el despedazamiento, pero sabe que eso está ahí, que puede manifestarse en cualquier momento.
Hacerse pedazos. Luego los pedazos se vuelven a unir, y uno funciona a como pueda. Yo hago muecas, o levanto el brazo; muy a menudo, como si fuera una cosa mecánica, llamo a mi madre.
Despedazamiento=como si la identidad se rompiera en pedazos.
En una Ofrenda oscura, Maeterlinck ofrecía unos leones ahogados al sol.
Y esa música de Satie que oigo. Su llevarme hacia atrás, hacia lo que no se sabe si es un recuerdo. Pero, si no es un recuerdo, ¿qué es lo que puede ser?

El Deseo. ¿Qué es el Deseo? Pero no, ya estoy viejo y no puedo formularme la pregunta en el presente. La pregunta, ya, es ésta: ¿qué fue el Deseo?

En la mesa del restaurant. Por un momento, vibra el cuchillo sobre el mantel. ¿Por qué eso me impresiona, hasta tal punto que me parece que debe ser narrado? “Yeah, Pops was right, it’s a wonderful world”, dijo Louis Armstrong. Y es extraño, siento a la vez las dos versiones del gnosticismo: me parece que el mundo es maravilloso, y creo que el mundo es como un castigo. ¿Nunca podré tener un poco de paz?

Mi vida pudiera ser como el argumento de una película argentina de la década del cincuenta (?). Una película donde se vieran muchos sillones de mimbre (¿Por qué muchos sillones de mimbre? ¡Cuántas cosas se le ocurren a uno!) Un argumento —mi vida sentimental— que resultó ser un fracaso.
Es decir, mi vida como la película argentina que gusta poco, por ser ella un paquetazo. Pero ¿qué es lo que estoy diciendo?

El mundo es maravilloso, y el mundo es como un castigo. “Yeah, Pops was right, it’s a wonderful world”, y esto junto con lo que decía Kierkegaard: “Todo el orden de las cosas me llena de un sentimiento de angustia, desde el mosquito hasta el misterio de la encarnación; todo es enteramente ininteligible para mí, y en especial mi persona. Muy grande es mi tristeza, y no tiene límites. Nadie la conoce, excepto Dios que está en los cielos, y el no puede apiadarse.” Pues se trata de que, cuando era joven y podía sentir intensamente la sensualidad maravillosa del mundo, esto siempre resultaba siendo un plato demasiado fuerte para mi estómago; al final, no podía mantenerme frente al soplo fuerte de la vida, ya que el miedo (el miedo a volverme loco) hacía que las piernas me flaquearan.
Y pensar, además, que todo esto me sucedía en un país antillano, sensual y sabrosón. Verdaderamente, he llevado una vida de mierda.

Me pongo guantes para trabajar en el supermercado. Odio a los niños que me preguntan por qué uso guantes. Pero odio todavía más a los adultos que, con una sonrisa de satisfacción (es una satisfacción como debida al saber bien por qué el otro procede como procede), me dicen que ellos saben que yo uso guantes debido al frío (pero, ¿cómo pueden ser tan imbéciles?)

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