(Fragmento)
I
La poesía de Hugo Gola es una refutación de los opuestos. No como negación de los seres y accidentes contrarios entre sí, sino de una condición donde esa contrariedad se asiente como inmutable. Con ello quiero decir que para Gola los opuestos son complementarios, uncidos y enlazados en una entreveración que los trasciende. Resonancia heraclítea.
Constante en la reflexión poética es considerar el poema, la emoción estética, como un momento, un estado, de plenitud y comunión con el universo a través de una intuición, de un arrebato, que descubre la empatía entre todo lo creado y al mismo tiempo la singularidad de cada ser. La poesía, hermana de la gracia y de la revelación, muestra al hombre la unidad del mundo más allá de las apariencias. O al mundo en su esplendor de apariencias.
algo muy tenue
que se prolonga
más allá de la apariencia
(“Rotación”, p. 21)
y cuando llegan
las palabras
nada te dicen
sólo habla
el fervor
que deja atrás
todas las
cosas
y los nombres.
(“El tema del poema”, p. 44)
Condición de la emoción poética es su intempestividad, su aparición en medio de la vida cotidiana. Como una de esas espadañas que yerguen su lábil virilidad a través de las oquedades o como ese musgo que tenaz escala la piedra con sus yemas húmedas, la poesía aparece en medio de la historia, en medio de la prisa, ahí donde no se espera esa interrupción que es irrupción. Es el poema como la hoja que detiene el movimiento en su caída y por un momento parece sostenerse en el aire, sin el aire
la caída de cualquier hoja
no se soporta
porque estalla en el aire
altera el vacío
y cuando toca el suelo
lo inunda todo
con su esplendor.
(“No es la hoja muerta”, p. 62)
Pocos poetas tan conscientes, como Hugo Gola, de que la emoción es la esencia del poema; que la valencia de la poesía es el registro de esa emoción que no indica, que no enseña, pero que revela. Para Gola, el poeta es un sujeto agraciado con un don que lo separa del mundo como conjunto de singularidades y lo acerca al mundo como unidad. Como otros poetas modernos, Gola atiende a esa experiencia como única. El poema es un infiel registro de esa sensación. Por ello el poema más auténtico, más hondo, será aquel que comparta el momento de la experiencia y exprese esa vacilación. Como en la célebre dubitación de Juan de Yepes, el poema, testimonio de una emoción inefable, comparte esa oscilación. Musitación antes que titubeo:
¿en algún recodo del subsuelo
de allí surge
sin embargo
esa chispa inicial
que nada quiere ser
que nada quiere
sino arder
o destruirse
en el aire
o quizá vivir
en ese encuentro
engendrado
a partir de allí
qué?
algo
algo
que nadie sabe bien
pero que arde
arde
tal vez un
qué
(“Nada hay más”, pp. 39-40)
De raigambre mística la emoción del poeta, que niega la realidad y la gravedad, el tiempo cotidiano, necesita de los sentidos, de las sensaciones para expresarse. Si “el tema del poema/es el poema”, sin importar si se habla de árboles “o del destino/incierto/o del pesar/y el peso/de los días”, la emoción poética es en su anomalía, en su extrañeza, indisociable de esa emoción que nos embarga ante la naturaleza, ciertos momentos, ciertos instantes. Por ello en Gola el poema se entrevera con esas sensaciones y para describir ese estado único, ese momento de arrebato, precisa justamente de símiles sensoriales. El poema es “inundación”:
de a poco
siento venir
el resplandor
de a poco
siento subir
la luz
quieto
inmóvil
aguardo
aquella inundación
aguardo
aguardo
tendido en la mañana
(“De a poco”, p. 41)
El poema es también una conjunción que estalla revelando la dicotomía y la continuidad, tal si se tratara de una banda de Moebius:
y el poema agazapado
escondido en algún sitio
en algún repliegue
asoma de pronto
(...)
estalla en esa conjunción
afuera-adentro
(“Nada hay más”, p. 39)
La emoción poética, con su transustanciación mística, se presenta como una experiencia única; de ahí que el verdadero poeta sea más un sujeto de experiencias que un artesano. El poema surge a través de una larga y a menudo imperceptible gestación. Así, en la segunda parte de Retomas, los varios poemas van configurando esta idea de lenta gestación y al mismo tiempo de producción imprevisible:
van creciendoEl poema implica la conciencia de la escritura. El tema del poema es el poema en tanto poema connota aquí conciencia del lenguaje. La revelación de la unidad es indisociable de la conciencia matérica del poema. En su aspiración al silencio, a ese momento de revelación, el poeta, que elige el lenguaje, convierte al poema en una construcción metonímica, en una sucesión. Por ello el poema “pasa y pasa”. El ritmo es consustancial.
las ganas
aunque no sabes
de qué
unas ganas
difusas
pero ciertas
no me puedo resistir
a este deseo
que viene no sé de dónde
(“Van creciendo”, 46)
el paso de los días
de esos días
que parecen vacíos
y perdidos
va forjando
en algún sitio
imágenes sonoras
o rayas oscuras
trazadas sobre el plano
figuras que crecen
o se pierden
visión interna
o fuego grave
(“Con frecuencia”, p. 48)
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