miércoles, 25 de noviembre de 2009

Cuatro poemas

Silvia Eugenia Castillero

CIRIOS
Cenizas azules,
confusión de aire y agua
desde el reflejo color plata
hasta el negro horizontal.
Y regresar una y otra vez
filoso, insistente su misterio:
de la bruma celeste
a la humedad sagrada. La línea
de las formas leves, incorrectas,
absurdas, se desdibuja en azul puro,
en la obsesión de ser sólo un matiz,
y enredar la memoria en sus propios residuos
resistentes como cuarzo aunque fugaces,
cristales cociéndose.
Y el vapor en el brinco de la luz
oxida, pulveriza, corroe.

GOBELINO
A punto de hundirse en la noche
el azul abandona su matiz de penumbra,
entra en esa oscuridad de diafragma
(la melancolía como forma de vida)
sin intensidad: sólo un estar intermedio
entre luz y vacío.
La confusión de un umbral pedregoso,
suspendido entre el dorado y bermellón,
entre lo puro y lo terrible;
lapislázuli macerado en contraste
con el hierro. Enrejado, detrito
de polvo divino, el azul sedimenta
en sus pigmentos partes del cielo,
las gotas de ultramar y una pizca de río.
Arcilla, linaza, lejía,
azules secos que serán cantera o cuero,
tal vez el tapiz lacerante del mar.

BOSQUEJO
Los pliegues apenas se hunden en el aceite
y el plomo blanquecino del cuerpo
de virgen amanece;
dentro de una gama de lienzos
—en el azul diurno de la seda—
el índigo se vuelve cauteloso
y relata el caso excepcional
del rojo soleado que cruzara la tela.
Intenso, de cochinilla y laca,
es azul sagrado y proviene de la alquimia:
la virgen es un bosquejo,
ficción del sulfato y la potasa.
Hecha de sangre e impurezas,
con su falda sedosa de cianuro es inocua,
guarda su fórmula cosmética
en secreto como una historia sagrada.

MILAGRO PERDURABLE
En el manto escarpado un río se purifica,
los roces de seda son veladura de laca roja,
allí se van deteniendo las sombras:
un gesto y los párpados. Esa mujer
de cobalto escondido en los blancos
es intermedia, mediana entre los negros resueltos
y los rojos del fracaso. Ella no mira, sólo se mece
con prudencia por encima de las rocas. Busca
en su cuerpo un prado cardenillo. Pero su manto
es pedregoso, áspero como terracota.
En su aspiración busca lo ultramarino: quiere
bañarse en río de incienso con especias.
Exótica reina de suntuosos matices: sueña.

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